Como un juego. El Hathayoga Krama que imparto diariamente en Santander está fundamentado en una exploración lúdica del movimiento del cuerpo, de la intención (o la ausencia de ésta) y su reacción. Tanto en las pequeñas posturas, a veces desgastadas por la experiencia, como en las que se despliegan intensamente es donde se muestra el código yóguico con sus infinitas ramificaciones. El micro-cosmos de nuestro macro-cosmos.
“No importa la sencillez de las posturas; no importa su complejidad; allí, al fondo, hay siempre un cuerpo expresándose. Magia.”
Con el silencio como punto central, el practicante es conducido de forma sencilla, con un respeto profundo de las capacidades individuales, por diversas prácticas del Hathayoga de forma coherente, seguramente de forma heterodoxa y con grandes dosis de sentido del humor, ajeno a la consecución de objetivo alguno, más que el propio juego, la danza de cuerpo, sus ritmos, la fuerza y la delicadeza, el movimiento y la quietud, el sol y la luna.
“Y un día, uno se descubre demasiado apretado por las costuras de la práctica sin sensorialidad; de la vida sin emoción. De espaldas a la mirada despierta, la práctica es en blanco y negro. Entregados, la vida a todo color.
La vía del yoga en la vida no es más que amor, pasión y fe.”
Soy profesor de yoga desde 1993, Full Member por la International Yoga Teacherʼs Association. Investigo diversos caminos del yoga tan aparentemente opuestos como son el Shivaismo Cachemir de Eric Baret y Danne Smith, el Yoga Kala de Upendra Arya o el psico-yoga de Andrey Sidersky.
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